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miércoles, 25 de mayo de 2011

¡La perra, cómo ha crecido!

Odrie se ha rebautizado, si es que con la pubertad les da por hacer unas cosas. Resulta que sus nuevos dueños han tenido a bien publicar en youtube un par de videos de la perra. Fijaos que grande y negra está.




¡Hey, ya sabe nadar!

viernes, 28 de enero de 2011

Adios Audrey, adios.

Hoy ha salido el día tristón. Lluvioso y frío; más parece un apagado día de otoño que un helado día de invierno. Y hoy es otoño en mi hogar. Es un día triste porque aquello que tanto nos preocupaba al final no ha podido ser.
Resulta que casi siempre la decisión más acertada es la más dura. Esto suele venir seguido con que dicha decisión solemos arrastrar tomarla hasta que ya es tarde. Eso, por el bien de todos, no podía ocurrir.
Por motivos que no voy a contar se ha decidido devolver a la perra. Ese chucho de negro pelaje que tanto nos "animaba" los días -y las noches, recordémoslo- ha sido devuelto para un futuro mejor; tanto para ella como para nosotros. No descarto que algún día la descubramos como perro lazarillo y se nos caiga la lágrima entre la sonrisa.
Yo personalmente estoy triste. Ese animal que jamás quise que entrara en casa se ha llevado parte de mí -muy pequeña, por cierto- y ahora miro la cocina, o mis pies, echándola a faltar. Demonios, incluso miro si se a orinado en el pasillo -aunque ella ya no está-. Pero la peor parte se la lleva mi esposa. Pues a ella sí que le hacía ilusión tener al animal. Sólo puedo imaginar lo que ella siente pero seguro que es más que yo.
Así que adiós. No más Audrey. Se fue, finito.Fin.

jueves, 27 de enero de 2011

Ladrar, ladrar malditos

O noche de perros, 2.ª parte.

Ayer adoptamos la decisión de dejarla ladrar todo lo que quisiera por la noche hasta que ella misma se diera cuenta de que no le íbamos a hacer caso. Esto primero lo hablamos con nuestros vecinos más cercanos que no pusieron problema alguno -¡que majos!-.
Y esta noche, pese a una interrupción a las 3.20 a.m hasta las 3.40 a.m. ha sido la más tranquila -por lo menos para mí- desde que el monstruíto está en casa.
Al principio no se lo tomó muy bien. Ladridos durante 9 minutos -de reloj-, gimoteos iniciales -2 minutos-, y resignación. Creo recordar que eso era a las 23.00 horas aproximadamente; lo que nos da un intervalo de tranquilidad relativa -siempre esperas el próximo rugido del león- de cuatro horas.
A mi parecer en este tema vamos adelantando, con la salvedad de que no podemos encerrarla en la cocina dado que sabe abrir la puerta. Es una puerta de acordeón que ya dudaba yo de que no la pudiera abrir. Así que la encerramos en el pasillo y cocina. Algo es algo.
Eso sí, desconozco si esta mañana había algún regalito por el suelo.

miércoles, 26 de enero de 2011

Noches de perros

La puñetera hija de perra nos está dando las noches, y ¿por qué no decirlo? También los días. Por lo menos estos a mí. Pues llego a casa para comer y me dan las tantas entre comprobación del lugar, sorpresas, limpiezas para luego comer rápido y a currar. Encima luego, la jodida, espera pacientemente a la mujer, que llega al poco de irme yo, como si no hubiera hecho nada. ¡Será perra!
Pues la noche de hoy ha sido eterna. Resulta que a mí me gusta eso del poker gratuito por internet y total que se me hicieron la una -dos horas o más llevaba dormida mi media naranja-. Visto la hora que era no era cuestión de hacer tarde pues hoy hay que madrugar y esas cosas -que ya semos responsables-. Aaa carajo. Pues el chucho se despierta y decide ir junto a mí.
Teniendo en cuenta que no queremos que entre en la habitación ni despierte a los vecinos el hecho de convencerla para que se quedara en su cuna era muy complicado -juguetona-. Después de un cuarto de hora de reloj -no sé si es mucho o no pero pareció eterno- la chica me hizo el amago de obedecer. Yo, aunque desconfiado de su aparente pasividad, me acosté como todo hijo de vecino y ya de paso despertando a mi esposa.
Ayyy, iluso de mí. No tardó nada la perra en venir al dormitorio a dar por culo incordiar. Menos mal que se levantó mi partener y trató ella de meterla en vereda. Agua. Después de descansar durante esos cinco minutos me toca a mí. Que más despejado de lo que podía creer me la llevé a la cocina y dada su reticencia -pronosticando lo que sería una larga noche- aproveché para educarla a seguirme gracias a los chuches para chuchos.
Medio objetivo conseguido. Ya se mete ella solita en el sofá. Ja ja, ¿creías que habías acabado? Naaa. A Audrey le da por estar tonta. Como el borracho que no quieren que cierre el bar se resiste por buenas y malas a abrazar a Morfeo. La toma por la alfombra de la cocina -lo siento hermano pero le veo una vida muy corta-, con el radiador -pobres dientes-, con el cuenco de la comida -¡que está vacío chavala!-, con mi mano. Al final, creo que más por cansancio por su parte, a las 03.00 a.m. parece que se queda quietecita en la cuna. Yo ya me voy a dormir y que sea lo que quiera.
Pues quiere seguir dando guerra. Me toma el relevo mi mujer la cual, ¡con sólo unas pocas órdenes!, consigue que se tumbe y se duerma. Y hasta ahí puedo seguir. Yo caí como un tronco y ni me he enterado de nada hasta las 7 de la mañana.
Nuevo día, nueva odisea. Te afeitas -sí, me afeito de vez en cuando- preguntándote como habrá seguido la noche pero con miedo a preguntar. Desayunas bajo la vigilante mirada de la perra. Haces la cama con la puerta cerrada -no me apetece discutir ya tan temprano-. Y se te enciende la luz para el problema de los ladridos matutinos del chucho -resulta que se queda sólo más de 5 horas ladrando y dando por saco a los vecinos-. Ponerle la radio.
Vuelvo a casa con el corazón en un puño preguntándome por la eficacia del invento. Entro por el portal, silencio. Buena señal. Subo y no estaba sordo; no se oye a la perra ¡bien! Entro en casa y ahí estaba la jodida en la cocina que después de haberme dejado un regalito líquido en la puerta del salón me esperaba pacientemente. Al contrario de ayer (cubo de basura por los suelos -con la basura desperdigada por ahí-, trozos de periódico, cagada en medio del pasillo -no me sale de otra manera, lo siento-, meadas en cocina y pasillo) esta vez la chica ha esperado a llegar yo para ponerse nerviosa y echar el truño en la cocina -al menos se limpia mejor-, y como regalo final otra meadita antes de irme. Es que tiene unos detalles.
Pero saquemos algo positivo. Parece ser que hemos dado con la clave para que no joda por la mañana al vecino. Lo de la noche ya veremos.
Otro logro: Como cría que es siempre quiere estar con nosotros pero después de cerrar la puerta del salón para poder comer con tranquilidad -sólo una sopa- sólo ha dado mal 9 minutos. Después se ha ido a dormitar a la cuna. Al menos sí que le gusta su cuna.

martes, 25 de enero de 2011

lunes, 24 de enero de 2011

LA FAMILIA Y UNO MAS

Dada mi condición cinéfila no podía sino poner este título de la cinematografía española para este post.

Mi mujer -ya puedo decir esposa, pero suena muy sado- siempre ha querido tener un chucho en el hogar. Pues bien, ya lo ha conseguido. Se llama Odrí -en honor a una actriz muu famosa- y es chucha. Una perra labrador de dos meses y medio cuya curva de crecimiento supera con creces aquello que podríamos decir adecuado para un piso de 50 metros cuadrados. Aún así no me quejo por ello. Que nadie se tome mi comentario anterior como una queja o similires.
Quizás no ha sido el mejor fin de semana para adquirir el animalico pues arrastrando el catarro desde el jueves ni puñetera gracia me hacia el sábado cojer el coche e ir en busca del cuadrupedo.
Pero puestos a ello -para lo bueno y para lo malo- organizamos un pequeña excursión cuasi espontanea entre colegas para buscar a Odri. La cual para mí no tenía nombre pero me huelo que la Jefa ya la había bautizado mucho antes. Habiamos quedado a la una del mediodía en un pueblo de Zaragoza y yo, haciendo gala a mi puntualidad, conseguí llegar 20 minutos antes -que bien funciona todavía el Kadett-. Simpáticos los dueños nos hicieron pasar y jugar con la camada al tiempo que escanciaban sidra para mayor gusto de mis compañeros de viaje; pues un servidor jamás bebe alcohol cuando conduce. Selecionada la bicha -el Raid quería que fuera hembra y negra, tampoco había muchas opciones- nos metimos todos en el coche poniendo rumbo al Verdecora. Un lugar que visité hace milenios y ni me acordaba que existía.
A este punto debo añadir que si bien a mi mujer le hacía ilusión la perra casi estaban más ilusionadas las amigas que ella. Por supuesto ambas, y el pobre Alvaro -paciente y majo chaval-, estaban ávidas en lanzar torrentes de consejos y advertencias. Si no fuera por ellas acabamos en un chino comprando cuatro cosas inservibles y más felices quel copón.
La pobre Odrí tuvo su primer viaje en coche mejor que lo que esperaba. No se mareó, no vomitó, no meó, no cagó, no hizo nada. De hecho ni en el cesped del Verdecora quería mear. ¡Qué educadita que es! Pero el segundo viaje ya fue otro cantar -u otro potar, que diría aquel-. No sé si sería porque ya había tomado confianza o qué pero regó a Sofía y Lorena con un "vonito" estucado tricolor digno de mis mejores épocas torrijanas -de las cuales siempre recuerdo poco, ¿por qué será?-. La cosa no quedó allí. Ya cuando el ambiente fue más íntimo -sólo mi mujer y yo- el can se relajó del todo adornando con una estupenda meada el asiento trasero del coche y de camino los pantalones de ella. Casi pareciera que hubiera sido mi esposa la artífice de semajante decoración. Para ser justos diré que dado que Odri es deseo de mi mujer fue ella la que bajó a limpiar el coche; ¡y luego holía de limpio!
Pero me adelanto acontecimientos y esperando no aburrir demasiado a la concurrencia retomaré la historia desde donde la dejamos: el garaje. Dicho lugar posee unas escaleras de acceso -como todos- que más bien se le debían asemejar murallas a la pobre perra. Pero con paciencia, tesón y un chuche mi mujer consigió que Odri las subiera solita anticipandole lo que sería su futuro al vivir en un tercero sin ascensor. A todo esto ya eran las cuatro cuando llegamos al piso y sin comer. Supongo que el hambre era compartido pues al pensar que sólo nos esperaba una triste hamburgesa mi iniciativa de Telepizza fue cogida con agrado. Lastima que tardaron cuarenta minutos y acabamos de comer a las seis de la tarde. Momento en el que alguien se fue a dormir la siesta y yo aproveché para terminar los impuestos de mi madre.
¿La perra? De puta madre: le enseñamos la cocina, su cuna y sus jugetes y después de comer cayó en brazos de morfeo cual lirón. Hasta que oyó la impresora y ávida de nuevas sensaciones exploró el pasillo para llegar al cuarto de donde provenía el sonido. Pero yo, haciendo gala de amo consorte, la redirigí a la cocina que era su lugar. Claro está que esto no pasó desapercibido para la reina del lugar la cual, legañosa y sonriente, anunció que la bajaba a pasear.
Eso eso, bájala que yo me quedo a jugar un poco en el ordenador puesto que siesta ya no me voy a hechar y a las nueve hemos quedado para cenar.
Y la cena fue bien. La peque vino con nosotros docil y mansa, curiosa y jugetona -si todo eso mezclado-, hasta el piso de mis amigos en donde otra perra mucho más grande dominaba el lugar. No hubo confrontación alguna. La Luna aceptó a la invitada e incluso intentó jugar con ella. Era divertido verla como en los dibujos animados mientras Odri la observaba curiosa sin saber a que atenerse.
Pero pero fue la noche en casa. Su primera noche solita; encerrada en la cocina. Y yo durmiendo en el sofá para no despertar a mi mujer por culpa de mis ronquidos sobrenaturales frutos del constipado. Pues conseguí hacer callar a la perra simplemente con indicaciones y caricias como recompensa hasta las siete de la mañana. A esas horas me olía yo que ya no era soledad lo que espoleaba a Odri contra la puerta. Efectivamente, se había meado -¡Yipiiii!- y la jefa debía darle el paseo. El yo a dormir, que para eso estoy enfermo.
Domingo matutino; jornada de noes, shiiisss, Fueras, y órdenes similares para educar a la chucha. Hasta la una que teníamos comida familiar -Ahora que pienso hemos estado muy solicitados socialmente-. Mis padres; aquellos seres que nunca sabes como van a responder y cuando estás seguro de algo van y te sorprenden. Cuyas respuestas sigues temiendo aunque ya no dependas de ellos, o eso creas tú. Pues resulta que se lo tomaron casi mejor que yo lo de la nietecita e incluso me preguntaron porque no la había traído. ¡Manda huevos, como cambian las cosas! Aún así no la llevaremos hasta que esté mejor educada.
Después de la sobremesa -larga, siempre son largas para mi gusto- volvimos al hogar. A ver que tal se había portado la perra en nuestra ausencia. Esperome ver la puerta destruída, las puertas roidas, el parquet hecho pure. Pero no, seguía ladrando tras la puerta de la cocina, dialogando al parecer con el perro del vecino.
Afortunadamente los vecinos apenas se enteraron del jaleo que montó el chucho por la noche -incompresible tú- lo cual aún nos infundió más esperanzas para encerrarla la noche del domingo.
Domingo tarde, tarde de futbolín. Por fin fuera de casa pude jugar al futbolín. Uno de los pocos vicios que tengo. Hummm, rectifico; uno de los muchos vicios que tengo. La mujer con la perra y amigas con perros y yo a sudar como un condenado en el bar. Bien. Me sirvió para olvidar la noche inquieta que pasé con la perra y la que me esperaba.
Pues la noche del domingo fue peor pero como madrugamos más tampoco se ha hecho muy larga. El que no se consuela es porque no quiere.
Al llegar a casa debía haberme duchado. No caí en la cuenta que mi vida ha cambiado del todo y eso de ducharme con una perra arañando la puerta del baño no me atrae. Así pues esta mañana me he limitado a afeitarme -entre ordenes a la Odri para que se esté quieta- y poco más.

Ha salido un post demasiado largo para no poner ninguna foto. Cuando las consigue adornaré el escrito con estampas del chucho.