Coñazo de exorcismos
Tal y como la venden, y lo que nuestro subconsciente se ilusiona con el título, parece que vamos a presenciar un exorcismo mayúsculo, grande, el padre de los exorcismos. Olvidaros de eso. La historia gira en torno a un pobre muchacho que para escapar de la funeraria/negocio familiar no tiene otra salida que hacerse cura -sí, tampoco tiene imaginación-. Al paso de los años de estudio el tipo decide renunciar, antes de tomar los votos, pero el "padre" que se "ocupa" de él le chantajea para que vaya a estudiar exorcismo. Un nuevo "master" que ha creado el vaticano, presencial y con los gastos pagados.
Como no se puede negar tira de avión y allí se interna en el mundillo de la teología demoníaca y, gracias a un cura bastante ajado por la edad, presencia supuestos exorcismos -bastante chorreros- que le hacen dudar entre su convicción científica y su estudios católicos. Hasta el ¿apocalíptico? final en donde se supone que llega el climax en un exorcismo peculiar, por no decir otra cosa.
Eso es lo malo de esta película, el guión. Primero nos presentan al protagonista en unos largos 16 minutos -¡para qué tanto tiempo!- innecesarios; después se recrea demasiado en las dudas personales del mismo ante los supuestos exorcismos que está presenciando. Luego ahí otro protagonista que cojea bastante -no, no es la periodista infiltrada. Que tampoco sé muy bien que pinta en todo el cotarro-, y son los propios exorcismos en sí. Estos se quedan cortos, escasamente espectaculares. Es como si fueras a ver «Terremoto» y este durase unos segundos y apenas vieras nada, un fiasco ¿no? Pues eso, se supone que vamos a ver algo impresionante de un demonio dentro del cuerpo de alguien y.... no es que sea malo, pero se quedan flojos. Aunque cierto es que el último exorcismo es el mejor de todos, y también el más inverosimil (aunque os dejaré verla para que lo entendáis).
Así ahora toca lo mejor, la dirección y los actores. El director lo intenta, de verdad que sí, pero es que la historia no le permite más y sólo gracias a él los famosos exorcismos se salvan de la quema. Aunque yo hubiera pasado la tijera en la sala de montaje en más de una ocasión, pero creo que eso del montaje ya no es cosa solo del director y ahí se meten más manos de las deseadas. Los actores normalillos, salvo las excepciones del señor Anthony Hopkins, y Rutger Hauer. El primero se reserva el mejor papel para él, que para eso es el mejor y más famoso del elenco, y el segundo el breve papel del padre del protagonista.
En resumen a mí esta película me parece un panfleto propagandístico del Vaticano -de hecho miré los títulos de crédito en busca de su presencia trás el telón- y este tufillo católico me echa para atrás. Pero la película se deja ver si no esperas gran cosa, aunque sólo sea por ver a Sir Anthony Hopkins otra vez.
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