No sé si en la edición original hubo tan poco espacio de tiempo entre la primera novela y su continuación -la que hoy nos toca- pero aká en España la cosa tardo escasamente un año.
Si bien el primer libro poseía una atmosfera especial y se nos describía -o hacía partícipe- ese mundo tan especial que se había convertido el metro de Moscú ahora se nos relata una misión que emprende uno de los personajes del primer libro que creíamos muerto; el tal Hunter. Un personaje que, será porque he leído demasiados comics, tiene demasiadas semejanzas al Lobezno de la Marvel.
Esta aventura, lejos de poseer el mismo interés, se hace más espesa en su lectura y, quizás a raiz de ello, el autor nos lo intenta mostrar a través del prisma de un anciano soldado con ínfulas de escritor de cuentos griegos. Tanto es así que se hace llamar Homero.
Podríamos decir -aunque no está claro en ningún momento- que aparece también el personaje protagonista de la primera novela: el tal Artyom. Pero tampoco queda claro si el que aparece brevemente, en escasos diez párrafos, es o no el mismo. Por lo que no congeniamos mucho con él, aunque resulta que tiene un papel importante hacia el final del libro. Lo cual me hace pensar en cierta incoherencia temporal reflejada en todo el libro: no es posible que Artyom salga a mitad y al final y su historia sea sólo de ¿un par de horas? y el resto estén horas y horas pateando el metro. A mí no me cuadra.
Y luego está el final, un final que no nos deja claro quién sobrevive ni como, dejándolo abierto para más entregas.
Para curiosos o superfans de la saga.
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