sábado, 30 de diciembre de 2017

4.5 El Errante:las bestias de la guerra. Episodio 4.5

En donde los soldados amenizan la espera con viejas historias de batallas y heroicas gestas. ¿Quién es el Primero? ¿Y qué lo une a la Legión? ¿Qué es la Legión?

De un ágil salto bajó desde la muralla al suelo dejando a Katel asombrado. Con paso distraído se encaminó hacia la fogata.
– ...y cincuenta mil soldados cruzamos decididos a través del Valle de los Reyes hacia el Desfiladero de Nebra; en donde nos esperaban las cobardes tropas del Rey de Ákrita–. Contaba un viejo miliciano–. Su general esperaba pacientemente nuestro ataque sabiendo que su posición era mucho más ventajosa. Nosotros avanzamos detrás del Primero que alentaba nuestros ánimos con gritos de batalla que resonaban por todo el cañón. Por Sark que esos gritos debieron despertar a todos los reyes enterrados en el valle.
El Errante llegó al grupo y se situó lo más discretamente posible enfrente del narrador. Pese a su cuidado la gente se volvió para saludarle, algunos con palabras y otros con simples gestos. Pero cuando el narrador le vio se incorporó como accionado con un oculto resorte y empezó a decir mientras se llevaba la mano a la cabeza: –Señor...
Pero El Errante gesticuló con su mano izquierda, moviéndola de derecha a izquierda a la altura de su cintura, cortando palabras e interrumpiendo el saludo.
El hombre entendió y se volvió a sentar. Por un tiempo meditó si debía seguir con la historia pero El Errante parecía adivinar sus dudas: –Continua. Parece una historia interesante, por favor.
–Por donde iba –caviló–, a sí.
«Animados por el Primero empezamos a correr para el ataque y cuando estábamos a no más de cincuenta metros el general enemigo levantó una mano y a su orden empezaron a llover rocas sobre nosotros, desde lo alto del desfiladero. Todos corrimos en busca de refugio y los que estábamos más rezagados paramos en seco nuestra acometida observando impotentes el desastre que acontecía delante nuestro. Treinta y cinco mil de nuestros hombres perdieron la vida aplastados por las rocas o ensartados por la lluvia de flechas que les acompañaban.
»Por unos momentos nuestras esperanzas se resquebrajaron como un viejo espejo de cristal. Pero alguno de los nuestros silenció nuestros lamentos y nos pidió que escucháramos con atención: Del otro lado del desfiladero, detrás del muro de rocas recién creado sobre los cadáveres de nuestros compañeros, venían ruidos de batalla. “¡Vamos, adelante perros!” “¿Qué esperáis?” “¡Soy sólo un hombre!” Bramó la voz del Primero resonando por todo el cañón del desfiladero.
»Al ver caer las rocas debió correr más rápido que el corcel más veloz sorteando flechas y derrumbamiento para caer sobre nuestros enemigos –aquí el viejo miró al Errante pidiéndole muda confirmación y recibiendo su asentimiento con un leve gesto de cabeza–. Su voz nos devolvió la esperanza y sumando nuestras fuerzas empezamos a despejar el camino hacia la batalla que se libraba más adelante. Usamos los escudos como protección frente a las flechas que nos arrojaban los arqueros bastardos apostados en lo alto del desfiladero mientras una a una quitábamos las rocas del camino.
»Después de un largo rato conseguimos llegar al otro lado. Frente a nosotros, el Primero luchaba sobre una alfombra de miles de cadáveres mientras el enemigo, con el miedo en los ojos, intentaba contener la furia de su espada.
»Él nos oyó, no sé cómo pero lo hizo. Porque alzó su espada y nos ordenó atacar. ¡Y por Sark que eso hicimos! Con rabia y sed de venganza caímos sobre ellos y, pese a su ventaja numérica, era mucho más de lo que podían soportar y empezaron a huir en desbandada.
»El Primero sesgó la vida del general y cuando todo hubo acabado ahí mismo le juramos lealtad pues el futuro rey de Ákrita nos había abandonado mientras que él luchó por nosotros. Fue ahí donde se creó la Legión, ahí me hice legionario.
El silencio se adueñó de los presentes, decorado por el crepitar del fuego.
–¡Un solo hombre contra veinticinco mil! ¡No me lo creo! –Gritó un joven miliciano.
–¡Es verdad, lo juro! –Gritó el viejo legionario ofendido, pero un ademán del Errante le dio a entender que lo dejara correr. – Pero cree lo que quieras, no te lo impediré.
–Gracias. Es un detalle, anciano.
–¡Eh chico! Trata a este hombre con respeto –le recriminó el Errante–. Ha luchado por los más altos y nobles ideales y ha sobrevivido para contarlo, y eso es mucho más de lo que ha hecho la mayoría. Es más de lo que has hecho tú y se merece ser tratado con honor y respeto. ¿Has entendido?
El joven miró al Errante y algo en el timbre de su voz le indicaba que no era propiamente una pregunta, y por si tuviera alguna duda la rabia que se agolpaba en el ojo derecho del Errante lo dejaba bien claro.
–Sí señor –asintió compungido–, lo siento.
El viejo legionario se levantó del círculo para recoger dos jarras de cerveza de un barril cercano y sentarse junto al Errante.
–Muchas gracias –le susurró.
El Errante le observó con detenimiento. No recordaba su rostro, aunque quizás debería hacerlo, pero estaba claro que luchó a sus órdenes en la batalla del Desfiladero de Nebra. ¿Cuántos más habían luchado junto a él para luego ser olvidados? ¿Cuántas muertes provocó su obstinación? ¿Había merecido la pena tanto pesar por un rey? Y lo que era peor, ¿lo había merecido ese rey? Viendo el envejecido rostro que tenía delante pensó en todos aquellos que vio caer en el campo de batalla, ¿hubieran llegado a tener la misma edad? El Errante desechó sus dudas con un trago y le preguntó en el mismo tono: –Dime, ¿cómo te llamas?
El legionario le miró extrañado ante lo cual el Errante le explicó en voz muy baja después de cercionarse de que nadie les escuchaba: –Si crees que puedo recordar los más de quince mil nombres te equivocas.
Ante una tan contundente lógica tuvo que ceder.
–Bretor, señor.
–Tú no eres de Xhantia ¿verdad? ¿Cómo has llegado a formar parte de esta misión? ¿Dónde están el resto de legionarios de Xhantia?
Bretor dio un respingo al acomodarse un poco mejor en el suelo y después explicó con pesar: –Al parecer La Asamblea prefiere no mezclar a los legionarios en este asunto. No saben si en el campamento enemigo también hay legionarios o no, y tienen miedo que se unan todos contra su milicia.
–Muy cautos.
–Pero muy estúpidos. Si fuera así lo mejor sería mandar lejos a los legionarios y no permitir que les ataquen desde el corazón de Xhantia.
–Cierto, pero ambos sabemos que eso no ocurrirá.
–Pero ellos no.
Por un instante se quedaron absortos observando las estrellas. El Errante meditaba las palabras de Bretor: Parecía ser que la Legión no tenía ninguna intención de tomar partido a favor de Ákrita, pero por el contrario tampoco habían puesto de manifiesto su postura a los sabios componentes de La Asamblea. ¿Pensarían igual los legionarios de Lican? ¿Y los de Ákrita? El Errante no podía creer que apoyaran al nuevo rey, pero siempre cabía la posibilidad de que una manzana podrida estropeara al resto del cesto. Esto último debería de descubrirlo lo más pronto posible, pues si fuera así las cosas tomarían un cariz más peligroso; ya no se trataría de una simple sustitución en el trono sino que indicaba los planes de conquista de los implicados. 
–Y como he llegado aquí, bueno –empezó a explicar Bretor interrumpiendo la meditación de su oyente–, llegó un tiempo en el que conocí a mi actual esposa y me retiré con honores para vivir con ella en su pueblo natal, al sur de Xhantia. Tenemos una granja situada en uno de los lugares más bellos del mundo, un riachuelo baña mis campos que cultivamos con esfuerzo mis hijos y yo. Y en la temporada de cosecha una fragancia recorre el aire que alimenta el espíritu e impregna de poesía el lugar.
«La gente del pueblo siempre se ha portado bien con nosotros y el día que solicitaron gente para proteger las fronteras, bueno, me apunté (para gran pesar de mi esposa). –Bretor le miró con una pícara sonrisa–. Ya sabes; “para defender la libertad toda ayuda es poca.”
–¿A sí?
–¡Claro! ¡Vos nos lo dijisteis!
–¿Y era verdad? –Preguntó cabizbajo.
–Por supuesto, ¿acaso lo dudáis?
–No sé. A veces dudo si todo lo que hicimos sirvió para algo.
Bretor lo observó, pareciole que el hombre sentado junto a él acarreaba el peso de miles de condenadas almas. Las dudas podrían corroerle hasta los huesos y dejarle indefenso ante las cuestiones más simples. Iba a decirle algo que pudiera sacarle del pozo al que empezaba a caer, cualquier cosa para animarlo, igual que les hizo a ellos quince años antes, pero una voz le interrumpió.
–¡Eh Errante! –Gritaba un miliciano medio borracho al lado del fuego –. Tú amigo ya nos ha contado su historia, ¿por qué no nos cuentas tú la tuya?
Bretor fue a saltar ante tal imperdonable falta de respeto pero el Errante le sujetó del brazo impidiéndoselo.
–¿Qué historia? ¿Cuál de todas?
–¿Por qué te ha dado las gracias el capitán del Clan del Lobo Viejo?
–Sí, ¿por qué? –Se le sumó otra voz.
Y a ésta se le sumo otra, y otra, hasta que al final todos aquellos que se encontraban reunidos junto al fuego le pedían explicaciones como niños en un parbulario.
–Está bien –contestó el Errante después de meditarlo unos instantes–, si bien no soy un buen narrador espero que la historia os lo compense.
«Ocurrió hace tres años; por aquel entonces yo venía de viaje desde el reino de Ellodes, al sudeste, portando como única arma una larga vara que al mismo tiempo servía como apoyo durante el camino.
–¿Sólo una vara? –Interrumpió uno de los oyentes.
–No buscaba confrontación alguna, pero de todas formas una vara en buenas manos es mejor que cualquier arma portada por un inepto. De hecho no llevaba ni cota de malla; una ropa ligera de color verde claro y la misma capa parda que porto ahora eran mi único atuendo y protección.
«Andaba por la región de Vroxen –continuó explicando–, cuna del Clan Lobo Viejo...

miércoles, 27 de diciembre de 2017

4.4 El Errante: las bestias de la guerra. Episodio 4.4

Cae la noche en la débil frontera del Oeste y pese a su acuciante necesidad El Errante se ve obligado a hacer un alto en el camino.


La noche invadía la Puerta Oeste mientras el Errante observaba a su durmiente anfitrión. Había tenido que luchar contra su adicción y resistir la tentación que le ofrecía la savia. En un momento se había visto obligado a luchar con él, que poseído por su anhelo intentaba beber un trago, para arrebatarle la pequeña bota en la que portaba su droga. Lord Xeos, entre sollozos de desesperación observó como el Errante arrojaba la bota a la chimenea para ser pasto de las llamas –la savia en estado líquido era un potente alucinógeno pero inocua en estado gaseoso–.
Posteriormente el Errante se volvió hacia él, que se encontraba medio sentado, abatido sobre la mesa. Con un salto felino se posó suavemente encima de la mesa y le vigiló en cuclillas hasta que las lágrimas se secaron y el sueño se apoderó del xhantiano. El errante sintió lástima por él.
Lástima y un profundo desasosiego.
A lo largo de su extensa vida había aprendido a controlar sus emociones pero ahora se encontraba preso de una terrible impaciencia de la que no se podía despegar. Lord Xeos esperaba la llegada de los Espectantes. ¿Pero cuándo llegarían? ¿Por qué había decidido esperar a que llegasen? ¿Acaso le importaba lo que sucediera en ese ridículo puesto fronterizo? Y si no, ¿por qué estaba todavía ahí? Las amazonas esperaban su ayuda, ¿llegaría acaso demasiado tarde? De todas formas no esperaría mucho más –o eso creía él–, y cuando los viera llegar no se quedaría para los saludos de cortesía. A la primera señal de ellos desaparecería de ahí. No debía perder más tiempo. ¿Cómo se lo explicaría luego a la Reina de las Amazonas? Lo siento cariño pero estaba cuidando a un drogadicto mientras vosotras moríais. No era una excusa convincente.
Su mente formó la imagen de la reina amazona. Laza poseía una hermosa melena rubia que tenía la costumbre de enredarse con la suya cuando estaban acostados. Unos preciosos ojos marrones que brillaban como si las estrellas del firmamento se escondieran en ellos durante el día para salir a su celeste posición por la noche. El rostro de ella se transformó en el de su esposa y la tristeza embargó su cansado corazón. Rememoró el día en que se vieron por primera vez, su primer beso, el primer abrazo. Recordó el día de su boda con una sonrisa y lágrimas en los ojos. Su voluntario retiro en las montañas para vivir una apacible vida con su mujer. La primera vez que probó sus guisos y la escasa calidad de éstos. Cada vez que fundían su pasión bajo los árboles. Y la última vez que la tuvo entre sus brazos, con el pecho destrozado y su sangre manando a borbotones. Sus ojos abiertos mirando al infinito mientras un hilo de sangre surgía de su boca mancillando la palidez de su rostro. Él la abrazó. La abrazó fuertemente sin importarle que crujieran sus huesos rompiéndose en mil pedazos. La abrazó con amor y pasión desesperada intentado impedir que se fuera y le dejara solo.
Intentado mitigar el dolor de sus recuerdos se sorprendió comparando a Anesia con la reina amazona. Podía ver como flotaba el liso cabello de su mujer sobre sus hombros desnudos frente a la ondulada melena que Laza portaba orgullosa hasta la cintura. La sonrisa de cada una; diferentes pero capaces de iluminar el cielo y volver estúpido al hombre más culto. La feminidad involuntaria en cada gesto y la fortaleza que imprimían en cada acto y decisión. Una era una simple campesina, la otra Reina de las Amazonas. Tan diferentes y a la vez tan iguales. ¿Podría perder a una de ellas otra vez?
Para disipar sus dudas abandonó la estancia dejando al durmiente roncando sobre la mesa. Paseando por la muralla observó las estrellas, las hogueras del campamento del ejército de Ákrita. Escuchó atentamente, enfocando su atención en la tienda del General, mas nada pudo escuchar sobre sus planes o intenciones.
Después dio media vuelta y observó a la milicia desperdigada detrás de la muralla. Continuó andando por la muralla y un guardián le saludo cuando pasaba junto a él.
–Es un honor, señor.
–¿El qué? –Preguntó extrañado.
–El tenerle con nosotros, señor –respondió un poco confuso.
El Errante le observó meditando si lo decía en serio o simplemente le tomaba el pelo. Al poco tiempo se decanto por la primera opción y respondió:
–Para mí también hijo. Dime, ¿cómo te llamas?
–Katel, señor.
–¿Me podrías hacer un favor, Katel?
–Dígame, señor.
–Estaré abajo en el campamento, junto a esa hoguera –indicó señalando un fuego cercano rodeado por varios milicianos– ¿Podrías avisarme cuando lleguen los refuerzos?
–Claro, señor.
–¡Ah! –Exclamó antes de irse –. Y otra cosa más. Eres un hombre libre; no me llames señor, pues sólo soy dueño de mi propia vida. – «Y a veces ni eso», pensó.
–De acuerdo –respondió el guardián con una sonrisa.

lunes, 25 de diciembre de 2017

Dark

Si David Lynch viviera en Alemania...


No todo es oscuridad en esta serie de nuevo cuño alemana. Quizás alentados por el éxito de Stranger Things la casi todo poderosa cadena Netflix -a la que a todo se atreve- nos ofrece esta serie de fantasía onírica y misterios familiares que bebe tanto de la anterior serie mencionada como de la ya legendaria Twin Peaks. 

Pues nos encontramos con 10 episodios de ritmo pausado, casi demasiado, que calca la realización de la serie de David Lynch para ofrecernos un cuadro del pueblo en donde se desarrolla la acción; de sus más oscuros lugares y de sus familias y extraños vínculos que se han ido formando entre ellos a lo largo de las décadas. No os asustéis con la descripción anterior; no es una especie de Falcon Crest aburrida por el prisma de David Lynch. Más bien es Stranger Things decelerada con algún otro tema más serio y angustiante que la llegada de un extraño monstruo de otra dimensión. ¿Quién sabe? ¿Quizás este tipo de series se pongan de moda de nuevo tras el resurgir de Twin Peaks y el éxito de esta? La verdad es que la serie entretiene y engancha. 


No está exenta de escenas tontas o personajes más o menos estúpidos; pero cuya estupidez está ¿realmente? justificada en el guión al ser el eje de la serie (sí, el policía no tan listo del 2019). Tampoco sobrarán los minutos invertidos en historias secundarias que prácticamente no vienen a cuento y que nada cuentan y que alguna se queda por ahí en el limbo -quizás a la espera de una segunda temporada para resolverla-. Por supuesto también hay sucesos que ni tienen lógica ni justificación. 
Pero todo ello casi -solo casi-
pasa desapercibido pues la gracia que tiene la serie es la inmersión tan profunda en la que te encuentras y como poco a poco te va desgranando pistas y hechos para que tú mismo te formes tu propia teoría al respecto.

Lo mejor: la atmosfera en la que te ves inmerso.
Lo peor: ¿de verdad son tan tontos los del pueblo que no se dan cuenta de nada? ¿Cómo es posible que el policía actúe así?

En resumen: entretenida y más que aceptable que quizás supere más de un visionado, sobre todo si hacen una segunda temporada.

domingo, 24 de diciembre de 2017

4.3 El Errante: las bestias de la guerra. Episodio 4.3

Ha sido demasiado tiempo el que hemos dejado de lado a este grupo de aventureros. En mala situación nos olvidamos de ellos, sin rumbo claro, sin cobijo y rechazados por aquellos que bien les podrían defender de sus enemigos. Si no su vida, al menos su salud, depende de guarnecerse antes de que la tormenta les golpee con toda su fuerza.

Corrieron bajo la lluvia alcanzando pronto la encrucijada. Una vez allí localizaron enseguida dichas cuevas y sin perder mucho tiempo en elegir cual se internaron dentro de una de ellas para protegerse de la lluvia, calados como estaban. La decisión fue unánime; decidieron pasar la noche en la cueva. 
–¿Qué te ha pasado ahí dentro? –Le preguntó Shárika a Ermis.
–¿Qué? Nada –intentó ocultar el legionario.
–¡Nada! Cuando apareció ese tal Tékrex te pusiste a temblar como un novato frente a su primer enemigo. ¿Qué sucedió?
–Venga, ¿qué ha pasado? –Le increpó Thomas.
Sebral permaneció en silencio reflejando así que sabía más de lo que podía ocultar su mutismo, pero Shárika no le preguntó y siguió esperando respuesta de Ermis.
–Veréis –empezó a explicar dubitativo. –Ya os he contado el ataque de los Espectantes a Cremón. Pero lo que no os había dicho es que el líder de los Espectantes fue Tékrex “el sanguinario”.
–Por las barbas de Begor, dios de dioses. Eso debió de pasar hace cien años. ¿Cómo es posible? 
–Ciento treinta y dos años para ser más precisos –indicó el anciano consejero–. También llamado por Tékrex “el empalador” y “el asesino”. Sin embargo por otros nombrado como “el justiciero”, “el sabio” o “el vengador”. Sólo es una pequeña muestra más de cómo cambia la historia según el bando que te la cuente –comentó a su pequeña princesa.
–No puede ser él –negó Jhiral–, ¿verdad?
Pero sus palabras ni convencían ni consolaban al asustado Ermis: –¿Magia? –Preguntó a Sebral.
Sebral respiró profundamente eligiendo cuidadosamente sus palabras: –Es posible –admitió–. Supongo que sí. 
–¡Anda ya! –le contestó Thomas.
–Oh, no te engañes Thomas. Os sorprendería saber la cantidad de secretos que pueden guardar algunas personas.
A Shárika se le paró el corazón pensando que el anciano aludía a ella. No habían sido sus palabras, sino la mirada de reojo que Sebral le había dirigido.
–De todas formas, fuera o no fuera él, y dada la situación creo que Tékrex va a estar lo suficientemente ocupado como para no temer nada por su parte por ahora. Así pues te aconsejo –dijo dirigiéndose a Ermis– que no te preocupes por el tema y descanses lo mejor posible. Todavía nos resta mucho camino por andar.
Así terminó la conversación y pese a que no esperaban ninguna sorpresa, por lo menos mientras durara la lluvia, Shárika impuso guardias dejándose para ella el segundo turno, Ermis el primero y Thomas el tercero. Se intentaron acomodar en suelo de la cueva. Saera se acurrucó entre Sebral y ella, apoyando la cabeza en el pecho de la legionaria.
Sebral fue a impedirlo pero la sorprendida sargento  lo detuvo con un gesto y pronto cayeron presas de sueño.



Una respiración extraña, el sonido de unos pasos sigilosos, el olor de un animal despertó a Saera de su sueño. A través de sus ojos todavía medio abiertos pudo ver como un pequeño lobo se acercaba a ellos, sus ojos brillaban en la oscuridad y nadie parecía haberse percatado de su presencia.
–Sssh –le susurró Shárika–. No pasa nada. No te hará daño.
–¿Cuánto... ? –Empezó a preguntar Saera en voz baja.
–No sé. Debían de estar antes de que llegáramos, dormidos al fondo de la cueva, pero no debes de temer nada.
El lobezno se acercó un poco más a Saera y empezó a lamerle la cara, ajeno a todas las miradas.
–¡Es cómo los cachorros de palacio! –Exclamó Saera.
–Sí, cómo los cachorros de palacio –rió Shárika a media voz.
Saera acarició al lobezno jugueteando con él.

It (2017)

El terror no da risa


Después de más de un mes con el blog relegado al ostracismo del olvido retomamos la mala costumbre de opinar publicamente sobre aquellas películas que reciente visionado y no contento con el ambiente festivalero que hoy se respira en la nublada ciudad que me cobija iniciamos la crítica de una de las mejores películas basadas en un libro que he visto recientemente, un libro de terror que como todos los libros de terror no dan miedo -ni siquiera un poquito- y que tuvo su versión por los años 90 en formato miniserie.
Por supuesto hablamos de It. Esta película que -ya aviso- nos muestra la mitad adolescente del libro; de cuando el "club" de Los Perdedores se enfrentan a eso que anda matando chicos en formato payaso sin filtro y que "si no hacen ellos algo nadie lo hará".

La verdad es que la película supone una gran sorpresa. Después de aquella miniserie no sé si alguien se esperaba volver a intentar mostrar en imágenes el tocho de Stephen King -pues era cuando al rey del terror le daba por escribir libros con cuantas más páginas mejor- y sobre todo que en el mismo año se anunció la adaptación de La Torre Oscura. Si It era un todo un señor libro La Torre Oscura siete libros; de ahí que la adaptación ambulara de serie de películas a mini serie, de vuelta a una posible trilogía cual Señor de Los Anillos y para acabar en una película que poco o nada tiene que ver con los siete libros y toda la mitología creada por Stephen King alrededor de La Torre Oscura. No viene mal comentar esta serie de novelas por hay que apuntar que la propia novela de It tiene sus conexiones con La Torre Oscura. Pero dejaremos eso para otro día o, si tienen curiosidad malsana, les invito a consultar por la web.
Mayor ha sido la sorpresa que, tras verla, coincidan las buenas críticas recibidas con la realidad. Nos encontramos con una película de poco más de dos horas que en ningún momento parece tan larga y rodada con una gran calidad y una excelente fotografía. Un presupuesto que luce más en pantalla que se aprovecha de la ventaja que dan los efectos especiales actuales frente a algunos más "cutres" de los 90. Una dirección más dinámica y actual sin el acartonamiento habitual de la televisión de los noventa. Un reparto actoral que se me antoja de los más adecuado -sobresaliendo la actuación de Sophia Lillis en el papel de Beverly- a excepción de Bill Skarsgard en el papel del payaso Pennywise. Que es excepcional.
Ya desde los primeros rumores de esta película el morbo era la comparación entre Tim Curry y Bill Skarsgard. Ambos sobresalientes en su estilo pero que desgraciadamente -pese a traicionar mis recuerdos de juventud- la nueva versión le da mil vueltas al señor Curry (actor que de todas formas siempre me ha parecido sobrevalorado).

Los dos Pennywise, ¿cual da más miedo?

El guión se hace muy interesante conforme avanza la película. No hablaremos sobre las notables diferencias que puede haber con la novela. Siempre hay diferencias. Sobre todo si en una novela pones escenas de sexo entre infantes no esperes que se vean en pantalla -iluso-. Pero la historia avanza a buen ritmo, con alguna que otra escena de suspense bien narrada, mostrándonos el lienzo de un pueblo al que realmente parece no importarle la desaparición de los niños, dando los más detallados trazos en esta cuadrilla de perdedores que deciden arreglar el asunto ellos mismos.
Quizás no quede realmente bien explicado el porque de las desapariciones. Tampoco importa -os invito a leer el libro o cualquier otra página web que quiera hacer spoilers sobre el tema- porque sin saber bien el porque si sabemos el como y cuando que es lo que sí les interesa a las posibles víctimas. 

Lo mejor: Pennywise
Lo peor: Tener que esperar al capítulo 2 para continuar su historia de adultos.

En resumen: la mejor adaptación de un libro de terror que he visto recientemente, si no la mejor que haya visto nunca. 

...todos flotan aquí abajo. Tú también flotarás.