domingo, 13 de enero de 2019

8.2 El Errante: las bestias de la guerra. -¡Piratas de agua dulce! / el nuevo pozo.

Dejadas las conspiraciones a un lado Silvania debe hacer magia. Una magia poderosa que le otorgará más poder a su ejército usurpador. 

Anteriormente:
Melnibone. -Elric, el trono de rubi.

–¿Señora? –Preguntó una voz.
–¡Qué pasa! –Gritó Sylvania molesta por haber sido interrumpida. Y su timbre metálico, como el martillo en la forja, vibró en los oscuros muros asustando al sirviente que se orinó encima.
–El nuevo pozo, mi señora. Ya ha sido construido –contestó entre balbuceos.

Ahora:

El nuevo pozo, construido en tiempo récord, era hermano gemelo del primero cuya única diferencia consistía en el “caldo” que lo alimentaba: los cuerpos inertes de los dientes de sable habían abonado la mezcla junto a varios “voluntarios” de entre sus esclavos y nuevos presos. También poseía una pequeña runa en un lateral, cercana al borde, que en sí consistía en la pieza clave de todo.
Sylvania se acercó a la runa por la pasarela de madera que conducía al borde del pozo.
Musitó palabras ya olvidadas durante largos treinta minutos; mientras, su tez palidecía, sus músculos temblaban y sus cabellos se encrespaban ante la acumulación de energía. La runa, al principio inerte, poco a poco comenzó a adquirir un tono rojizo que al tiempo se volvió oscuro para terminar brillando con luz propia.
Con un grito se separó dando un paso atrás –aunque algunos de los presentes jurarían después que fue empujada por algún tipo de entidad invisible–.
–Ya está –dijo mientras se situaba junto a uno de los juggers. Su nueva guardia personal.
Así como el alumbramiento de los juggers era lento y pausado en este pozo un nuevo ser, mezcla humano mezcla dientes de sable, saltó agilmente del centro del caldero para aterrizar en la pasarela.
Agitaba su cabeza animal de un lado a otro buscando a sus enemigos con sus felinos ojos al tiempo que mostraba sus grandes colmillos. Sus brazos, humanos pero desproporcionadamente grandes y musculosos, terminaban en una fusión de sus antiguas zarpas con una mano humana; cubiertas con un pelaje blanco que se extendía hasta la altura del codo. Su torso, humano, atlético y curvado como si del animal se tratará se unía a la cabeza con un corto y recio cuello, parcialmente cubierto por el mismo pelaje blanco que cubría su espalda y sus poderosas extremidades inferiores, un poco más cortas que las humanas pero de su misma naturaleza.
Sus ojos se clavaron en su creadora y como un rayo saltó hacia ella con las garras hacia delante.
El jugger interrumpió su vuelo con un poderoso puñetazo que casi le hizo atravesar el suelo de la pasarela.
Con la lengua el animal se limpió la sangre y observó a su contrincante.
El jugger le respondió la mirada mientras Sylvania contemplaba sorprendida la escena.
Aquella mixtura de cuerpos humanos y despojos animales se acercó humildemente al jugger y empezó a frotar su cabeza contra sus piernas como un can cualquiera con su amo.
«Reconoce a un superior. ¡Reconoce al jugger! Creo que podré usarlo para mi favor.», pensó Sylvania mientras sus temblorosas piernas apenas la tenían en pie.
–¡Está bien, llevarlo al corral! –Ordenó, y al tiempo de decirlo otra bestia igual saltó del pozo.
Al ver al jugger su comportamiento pasó de la agresividad a la sumisión al instante.
Sylvania se acercó al jugger y le comentó:
–Pareces más necesario aquí que junto a mí, creo que tendrás que quedarte...
Otra bestia apareció salpicando a la segunda.
–... por lo menos hasta que dejen de salir.
«Creo que también deberemos ampliar el corral. », pensó mientras se marchaba ilusionada. Al parecer, por primera vez, todo salía como había planeado, o incluso mejor. Además, seguro que había adelgazado con tanto esfuerzo. Adiós a la dieta.

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