sábado, 11 de noviembre de 2017

3.10 El Errante: las bestias de la guerra. Episodio 3.10.

«En donde el grupo toma buena nota de la hospitalidad de la aldea y de la repulsa infundada que se tiene a los magos.»

Curiosamente, y pese a lo que había supuesto Shárika, en la aldea no encontraron ningún gran revuelo por su llegada. Algunos curiosos se arremolinaron alrededor de ellos pero no eran la guardia armada que ella se temía. 
–¿De dónde vienen? –Preguntó el más osado usando la lengua del lugar, el Xhanes. Provocando ahogadas risas en la princesa.
–De Ákrita –contestó prudentemente Shárika en su misma lengua al que parecía haber sido nombrado en silenciosa votación como el portavoz de los curiosos.
–¿De Ákrita? –Dijo extrañado otro curioso al la
do del primero. Al parecer un mercader del lugar. –No hay ninguna ruta a Ákrita por donde habéis llegado.
–Es verdad –asintieron otros de los congregados.
–¿Por dónde habéis venido? –Volvió a preguntar el portavoz.
–Cruzamos el bosque y aparecimos aquí, ¿hay algún problema? –Preguntó Saera que no estaba acostumbrada a ser interrogada en ninguna lengua. 
Sebral temió que siguiera hablando y la apartó suavemente con su brazo de la tertulia.
–Cruzamos la cordillera y bajamos la montaña siguiendo el curso del río. Después llegamos a una zona encañonada que nos era imposible atravesar debido al fuerte viento y decidimos seguir el canal artificial hasta que llegamos a su encantadora aldea –explicó Sebral.
–¡Cruzaron la cordillera! –Exclamó una voz.
–Hicisteis bien. Pues si hubierais intentado cruzar ese cañón el viento os habría arrancado la carne de los huesos –aprobó el portavoz–. De hecho es llamado el cañón de los aullidos debido a que el fuerte viento aúlla al pasar por él...
–…Y cualquiera que pasa por él también lo hace de dolor –añadió otro aldeano.
–Sí, bien, ¿y que deseáis? –Se atrevió a preguntar el portavoz.
–No mucho, solamente un lugar donde cenar y pasar la noche –contestó Shárika.
–Sobre todo cenar –añadió Thomas, para el cual la pavorosa experiencia del acueducto le habría abierto el apetito más de lo normal.
–Creo que se podrá hacer algo al respecto –afirmó el portavoz.
–¡Y yo creo que no! –Bramó una voz al fondo del corro de gente.
Los reunidos formaron pasillo para dejar acercarse a una persona vestida, sino con elegantes ropajes, con más distinción que los demás presentes: una túnica rojiza cubría sus ropajes con predominio por el color azul. Un sombrero de tela verde adornado con una enorme pluma de espléndidos colores cubría su envejecido rostro de los rayos solares.
–Permitidme que me presente. Mi nombre es Somen, hijo de Saemon, del Clan del Lobo Rojo, regidor de Xashem; en cuyas calles os encontráis. Y referente a vuestro viaje hay varios puntos todavía sin resolver, ¿cómo atravesasteis la cordillera y como, si seguisteis el curso del río sobrevivisteis en la Laguna Negra? Creo que son dos cuestiones de relevante importancia.
Algunos aldeanos asistieron mudamente y otros transformaron su cara para mostrar preocupación. 
–Esto no me gusta –. Le susurró Jhiral a Thomas en Magen.
–¿Qué quieres decir, que no nos van a dar de cenar? –Le preguntó en el mismo tomo.
–Estúpido, es que no ves lo que pasa. Prepárate para salir corriendo –le susurró Ermis.
Thomas tal vez no vislumbraba el problema pero Sebral ya se estaba maldiciendo por ser tan estúpido. ¿Cómo podría dar una respuesta plausible sin mostrar a ojos de estos ignorantes lugareños que eran un grupo de magos? ¿De qué modo sino habrían pasado intactos por el Bosque Lubre? ¿Y la Laguna Negra?


Shárika, como persona de armas poco acostumbrada a la política, tampoco vio el peligro y contestó: «Cruzamos el Bosque Lubre para llegar a Xhantia y después bordeamos la Laguna Negra para continuar siguiendo el curso del río. »
«La cagamos.», pensó Ermis desenvainando suavemente la espada para hacerlo desapercibidamente.
–Hum. –Reflexionó el regidor.
–Aunque el mérito no es todo nuestro pues contamos con una ayuda inestimable para ello. No sería justo ocultar que sin la ayuda del Errante no lo hubiéramos conseguido –admitió Sebral intentando distraer a Somen.
Un gruñido surgió como respuesta popular. Sin embargo Somen no les creyó.
–Primero nos decís con toda la osadía del mundo que habéis cruzado el Bosque Lubre para llegar a nuestra aldea, y debe de ser cierto pues no hay otro camino para venir por el norte,  mostrándonos así que sois magos o brujos, que no sé que es peor. Después nos mentís descaradamente usando un mito como excusa para vuestro prodigio. No nos gustan los mentirosos o farsantes, pero todavía nos gustan menos los magos. 
Hubo un momento de agitación entre la muchedumbre que les rodeaba.
–Sin embargo. Puesto que habéis venido en paz, en paz os dejaremos marchar. Continuad vuestro camino poderosos señores y nos os demoréis en nuestras tierras, tened buen viaje –con estas palabras el regidor les despidió dejando claras sus intenciones.
–Vuestra inteligencia me asombra caballero, seguiremos vuestro consejo y continuaremos nuestro camino –aseguró Sebral haciendo una pequeña reverencia, la cual produjo que el regidor diera un paso atrás, sólo por precaución.
–Nos vamos –ordenó Shárika al resto del grupo.
–¿Cómo, y la cena?
–Cállate ya –le espetó Ermis.
Los aldeanos volvieron a formar un pasillo para que el grupo pudiera continuar la marcha.
–Una aldea curiosa –dijo Jhiral cuando salieron de ella por el lado sur, siguiendo un camino que llevaba a la llanura de Xhantia. –Muy hospitalaria.
–No entiendo, ¿qué ha pasado ahí dentro? –Preguntó Thomas.
Saera tampoco parecía haberlo comprendido muy bien por lo que Sebral se juntó con ellos dos para explicárselo.
–Hoy poderoso legionario te has encontrado con uno de tus temores y odios irracionales. No se puede luchar contra las supersticiones y al igual que tú esta gente odia y teme por igual a la magia y todo lo relacionado con ella. Sin distinción de sexo o edad –añadió moviendo la pelambrera de la pequeña Saera con una mano.
–¿Qué nos han tomado por magos? –Preguntó sorprendido.
–En efecto. Y de los más poderosos. Para ellos hemos atravesado el Bosque Lubre y la Laguna Negra sin peligro alguno –le dijo el anciano.
–Vaya.
–Esto le hace reflexionar a uno, ¿verdad? –Le preguntó Sebral.
–Pues sí, ¿dónde encontraremos ahora algo para cenar?
Como muda respuesta Jhiral le empujó por detrás.
–Podría haber sido peor –le avisó a su compañero.
–Sí. Podrían haber llamado a los Espectantes –indico Shárika.
–¡A los Espectantes! –Exclamó Ermis.
–Sí, a los Espectantes –repitió ella –. Has de saber que en esta región de Xhantia los Espectantes hacen la misma función que la guardia en Ákrita. Ellos son la guardia cuando son asuntos de suma importancia. Para el resto están los propios lugareños que forman pequeñas milicias.
–Pues a buen sitio hemos ido a parar –protestó Ermis.
–Continuemos, quisiera llegar a Ciudad-Garra antes de que se ponga el Sol –Dijo Shárika.
–Eso encima –siguió protestando Ermis.

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