jueves, 15 de marzo de 2012

Skyrim (4) - Túmulo de las Cataratas Lúgubres


Catacumbas, grutas, arañas, bandidos y muertos vivientes.

Afortunadamente estuve cotilleando por la web y encontré esta url en donde explica muy bien como hacer screenshoots, que siempre decorarán y harán más bonito este blog.


Como no tenía nada mejor que hacer -mentira porque de misiones pendientes ya estaba lleno- pillé el camino hacia el Túmulo de las Cataratas Lúgubres siguiendo las indicaciones del mago del Jar. Dicho lugar estaba en la  montaña, al norte de Cauce Boscoso, así que medio camino ya me lo conocía. Lo que no sabía es que me tendría que enfrentar a tres bandidos en una torre medio abandonada en el camino y a otro grupito de bandidos una vez llegué al túmulo ese. Una vez muertas las "molestias", y sin apenas pararme a ver las bonitas vistas del lugar, tiré para adentro abriendo el portalón de la entrada.

Quizás no se me vea, pero ahí estoy yo.

Dentro todo parecía destrozado, manga por hombro, como si hubiera habido una batalla y un terremoto. Al fondo de la derruida sala había otra pareja de bandidos que eliminé con unas cuantas flechas bien lanzadas. Pasados estos entremeses continué el viaje para tomar platos más fuertes. Nada más bajar una escalera de madera acaracolada me atacaron esas especies de ratas gigantes que más que dañar molestan -aunque su carne es buena para crear venenos-. Algunos bandidos más y llegué a una zona llena de telarañas que ya presagiaba que por ahí campaba un bicho muy feo. Tan feo y lleno de patas que me escabullí como pude para matarlo con las flechas sin recibir daño alguno. Dejando el cadáver de la araña paralizante (o de hielo, o lo que sea) liberé a un humano que tenía preso. 

Con cuidadorrr, que los muertos andan por ahí.



Impresionante. Sobre todo el draugr que custodiaba la puertecita.

Un ladrón u otro bandido, con la salvedad que este sabía por donde seguir y además poseía una garra especial necesaria para la misión. Pese a su promesa de ayudarme a cambio de su libertad el muy capullo echó a correr topándose de bruces con la muerte en forma de espadón a manos de un draugr. Por supuesto que sus cosas me las quedé. Si no no hay forma de sacar unas monedas en este mundo. Rapiñemos y seremos ricos.
 Durante el resto del camino mis únicos enemigos fueron esos draugr -unos bichos muertos con más pinta de zombie que otra cosa, pero rápidos y mortales- a los que un buen uso de la espada de plata y el hechizo de llamas les hacían durar más bien poco.
Algunas trampas sorteadas, más cadáveres armados, un río subterráneo, más draugrs, otros draugrs más y llegué a un pórtico en donde se hizo necesario la utilización de la garra y un poco de picardía para localizar la clave correcta para abrirlo -estaba escrita en la propia garra-.

Traspasando esa bonita puerta que se abre toda para mí -uy, que sexy me ha quedado eso- llegué al corazón del túmulo. Una caverna enorme, majestuosa, en donde la naturaleza ha invertido siglos de bella precisión para crear un lugar tan bello. Lo de la construcción que hay en medio es de suponer que la creó alguien, claro. Por cierto, detrás de dicha construcción encontré un baul con algún bonito recuerdo. 
Solución al enigma.
Tras aprenderme el grito un draugr apareció de su féretro. No es un draugr cualquiera, es el Señor de los draugrs. Un bicho con muy mala leche, casi indestructible -por lo menos para mí (nivel 12)-, que con el primer grito me destrozó un bonito arco enano que acababa de adquirir. Tras muchos espadazos infructuosos por mi parte opté por la lógica: ¡correr! Vaya si corrí. Haciendo uso de todas las magias de destrucción que tenía -acercarse a ese tipo era súmamente peligroso- fui minándole poco a poco hasta que al final cayó. No sin antes jugar al gato y al ratón conmigo en una sala circular, alrededor de un fuego central en un altar. Pero la misión estuvo hecha, oye.
Tras saquear su pertenencias -últimamente me entra un complejo de rapiñador que no me aguanto-, más que interesantes -sobre todo la piedra del dragón- me tocaba desandar todo el camino y volver a Carrera Blanca y dársela al mago ese. Menos mal que una vez fuera del túmulo la cosa es rápida gracias al mapa. 

El centro del túmulo.

Si pensaba descansar mi gozo en un pozo. Estaba de cháchara con el viejo mago cuando la jefa de seguridad trae la noticia de que ha sido avistado un dragón por las cercanías. Todos se ponen a temblar, a hacer planes de defensa y a liar a este pobre guerrero en la defensa del poblado. Al menos el Jar me ha dicho que tengo permiso para comprar una casa en Carrera Blanca -¡menos mal!-, y para ello no tengo más que hablar con su "secretario" Avenici, o algo así (el padre de la herrera de la entrada del pueblo), y pagar la escasa suma de 5000. Lástima que no llevaba calderilla, otra vez será.


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