miércoles, 17 de agosto de 2011

Como si estuvieramos en el instituto.


O aún diría más. En el recreo del colegio. Como si de enanos fueramos todavía gustosos de participar en ilusorias competiciones de "yo soy tu mejor amigo"

¡Quién me iba a decir a mí que a mi edad me tendría que preocupar por dimes y diretes! Pues que les den a todos que no me preocupa lo más mínimo. Si como crios de parbulario se van diciendo cosas a hurtadillas, en secreto casi de confesión, pensando que así fueran a lograr yo qué sé el que, me parece que metieron la pata hasta el fondo.
No es cuestión de amistad sino de confianza. A nuestros años todos sabemos -y el que no ya va siendo hora de que se espabile- que sólo por el simple hecho de conocernos durante casi dos décadas hemos hablado de todo y de todos. Eso sí, nadie que estubiera en dicha conversación a retrocedido a tan temprana edad mental para luego irle a contarle el cuento al que sea. Y se habla, porque la genética nos dio lengua, de todo. Tanto de lo bueno como lo malo. De lo raro y de lo lógico. De aquello que nos sorprenda y de lo que no. Pues con el devenir de los años sabemos tanto de todos como de nosotros mismos. Sabiendo de que pie cojea cada uno o si por el contrario su pie calza un 52.

Tal llega la situación que si se quisiera echar mierda salpicaría a todos pero nadie lo hace por la estupidez misma del acto en sí, cuyo pueril objetivo sería más que de dudosa honestidad pero demostraría así una doble cara que nada tiene que ver con la confianza o la amistad que por otro lado podrían intentar demostrar.
Pero sin embargo parece que alguien viene tocando los cojones con cierto asunto. Pues el tiro le ha salido por la culata, haciendo más daño al que en teoría quería ayudar que a sus potenciales víctimas. ¿20 años de amistad y pensaban que no nos íbamos a enterar? Vamos, eso es pecar de estúpidos -sí, todavía más-.



Sin embargo -y permitirme la duda- no entiendo todavía como alguien que llevan tiempo con nosotros se ha permitido caer tan bajo. ¿Arrastrado quizás por su media naranja? Pues me lo puedo creer. El uno por inocente y novato en las lindes diarias de la pareja podría haber caído en algún tipo de encerrona malintencionada de aquella que, nueva en el grupo de amistades que gustosamente la habían acogido, quizás carezca de la suficiente fuerza de voluntad para callarse la boca y él, carente de los artificios que da la experiencia, sea incapaz de pararle los pies. Si por el contrario fuera a la inversa la cosa ya se agravaría, pasando del desliz del ¿amigo? a la más pura de las traiciones. Me da igual como fue.

Ahí va una canción dedicado a vosotros, que la habéis cagado.

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