miércoles, 12 de enero de 2011

Cena en El Chalet

Imitando la costumbre de mi amigo Jinete del Viento escribo este post -quien sabe si será el primero de muchos- de crítica de la restauración zaragozana.

Bueno, ayer se celebraba 14 años de pareja -o un mes casados, como queráis- y se nos ocurrió la ¿feliz? idea de ir de cena a este restaurante de Zaragoza. No pecaremos de ingenuos pues ya sabíamos a dónde ibamos. Un restaurante de los que se decían chics -pijos para otras bocas- en los que al trato exquisito al cliente se le unía el tremendo costo del mismo.
Iniciamos la velada con un plato de jamón de bellota -buenísimo, para qué negarlo- de centro para asaltar luego los segundos platos. Yo, en mi línea, tuve la suerte de elegir carne y mi mujer/esposa un plato de bogabante.
La carne estaba estupenda y pese a su apariencia inicial era generosa en su cantidad. Pero lo que más me ha animado a escribir sobre este acto fue la escasísima ración de bogabante servida en la mesa. Yo, desconocedor de los frutos de mar -no me gustan y punto-, he tenido que mirar otra vez para cercionarme que era un bogabante. Este bicho crustaceo con varias patas y un par de pinzas enormes brillaba por su ausencia en el plato. Citando textualmente a mi mujer "esto es la pata de un bogabante, ¿dónde está el resto?" De hecho me consta que estubo a punto de solicitar el resto del bicho por si acaso se lo habían servido a otro cliente -otro día, porque ayer sólo estábamos nosotros dos- y rentabilizar más así al bicho.
Los postres ni fu ni fa. Por lo que nos quedamos que lo mejor fue el plato de jamón, dado que el vino tampoco era para lanzar cohetes.
Está claro que ya no volveremos a ir.

2 comentarios:

alcorze dijo...

Yo he estado un par de veces pagando (una de ellas celebrando también un aniversario) y otra de comunión y la verdad es que tiene más fama de la que se merece.

Enhorabuena por el aniversario!!!

SarlaukaJop dijo...

Muchas gracias muchachote.

Yo había estado varias veces pero la de ayer fue ya la gota que colmó el vaso.